El decálogo del abogado de Ossorio y Gallardo

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Comienzan por estas fechas los Máster de Acceso a la Abogacía, camino necesario que los nuevos graduados en Derecho han de seguir, (ya veremos si lo es el examen de acceso) para adquirir la condición de abogado y, por ello, y al margen de las virtudes y defectos del nuevo sistema, sobre la que mucho se ha escrito ya, me parece interesante referirme en uno de los aspectos que configura uno de los bloques básicos de la formación del abogado: la deontología jurídica. Y, no lo voy a hacer para disertar entorno a tan compleja materia, sino para recomendar la lectura a quiénes en estas cuestiones se adentren o  quieran recordarlas, el clásico de Don ángel Ossorio y Gallardo: El alma de la toga.

Muy en particular, en el último capítulo de la obra, de necesaria lectura, se recoge un decálogo que engloba, a modo de corolario, los aspectos esenciales de la deontología del abogado, y reza lo siguiente:

“I. No pases por encima de un estado de tu conciencia”.

“II. No afectes una convicción que no tengas”.

“III. No te rindas ante la popularidad ni adules a la tiranía”.

“IV. Piensa siempre que tú eres para el cliente y no el cliente para ti”.

“V. No procures nunca en los tribunales ser más que los magistrados, pero no consientas ser menos”.

“VI. Ten fe en la razón, que es lo que, en general, prevalece”.

“VII. Pon la moral por encima de las leyes”.

“VIII. Aprecia como el mejor de los textos el sentido común”.

“IX. Procura la paz como el mayor de los triunfos”.

“X. Busca siempre la justicia por el camino de la sinceridad y sin otras armas que las de tu saber”.

 

Ahí queda eso, casi nada.

 

 

 

 

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