El debate de la regulación de los e-sports

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El jueves pasado tuve la posibilidad de poder participar en el marco de la Jornada que sobre los e-sports se organizaba en el Centro de Estudios Garrigues. Mi participación se centró en los aspectos contractuales de la relación del Gamers con su club, en la medida en la que el análisis de la naturaleza jurídica del referido vínculo contractual está siendo objeto de estudio y debate constante.

Dicha relación, en la medida en la que concurran las notas de jerarquía, dependencia y ajeneidad, parece lógico calificarla como reacción laboral y no mercantil. Surge entonces el problema de poder encuadrarla en el ámbito de Estatuto de los Trabajadores, o de relaciones laborales especiales como la del deportista profesional o de espectáculos públicos. Las relaciones exclusivamente mercantiles se centraban en los casos de gamers que participan en competiciones individuales en algunos casos en los que la simple existencia de una relación de «patrocinio» o similar con su club, así lo permita (habría que analizarlo caso a caso).

Me parece de más calado, sin embargo, el debate sobre la regulación del fenómeno e-sports respecto del cuál me permito hacer las siguientes consideraciones:

– No creo que sea tan relevante la calificación de los e-sports como deporte o no y ni siquiera que sea lo verdaderamente querido por el sector a día de hoy.

– Su definición como deporte, a la vista de su naturaleza de espectáculo deportivo o de deporte-espectáculo, plantea problemas con el concepto constitucional de actividad deportiva, desarrollado por la Ley del Deporte. Los e-sports parecen guardar más relación con la industria del ocio y espectáculo y ser por ello una actividad lúdica no necesariamente encuadraba en el concepto jurídico-consitucional de deporte.

– Parece necesaria una regulación a medio plazo -al margen del debate sobre su naturaleza de deporte- que permita dar satisfacción a todas sus particularidades. Una regulación de mínimos para la cuál el mercado y su «juventud» no parece estar preparado. Estamos en una fase en la que muy probablemente la autorregulación satisfaga mejor el objetivo de impulsar la industria hasta la madurez necesaria para su regulación.

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